miércoles, 23 de diciembre de 2015




ANOCHE SOÑÉ QUE ME MORÍA




"Anoche soñé que me moría.

Y era una muerte ridícula,
nada memorable,
de las que se inscriben con tiza gastada
en los muros olvidados de la historia.

(Si al menos el muro
fuera frontera de alguna cosa,
si al menos quisiera decir: ¡alto!
o, ¡adelante!
Pero el muro era una pared de margen
de "aquí acaba el camino"
o "a partir de allá otra cosa")

Soñé que me moría,
o mejor dicho, que me mataba.
Y era tan ridículo, matarse,
morirse, sin haber sido nada...
una nada siquiera tan importante
para dejar de ser algo.

Soñé que moría,
y lloraba,
como las piedras lloran
cuando el río las frota de soslayo.
Lloraba de las cosquillas que me hacía
el tiempo detenido
sobre los párpados cesados.

(Era ligera la muerte.
Pesaba lo que la cáscara de un caracol,
o todavía menos:
lo que la sombra de una uña cortada)

Y yo soñé que me moría,
y, desde fuera del calendario,
(de las tareas, de los hábitos)
desde ese morirme tan casi decidido,
soñé que miraba a la muerte convalesciente
y le lanzaba una última, levísima, sonrisa."


Por Sílvia Ardevol