domingo, 24 de abril de 2016








LA ABUELA DE LESBOS


Emilia Kamsivi,
con tus ojos a cuestas
cansados de ochenta y cinco inviernos,
escudriñas aún el horizonte,
mirando para poder ver
en medio de la masa de rostros borrados
cuerpos que acercas al tuyo
y a los que dibujas de nuevo los rasgos
con abrazos tuyos y abundantes.

Europa era esto,
y tu hablas de ella en tercera persona, 
como algo lejano y ajeno.
Porque tú sí tienes memoria
y recuerdas la huída en tus miembros
y sabes lo que es el mar,
y el azar, y el viento.
Lo recuerdas todo, 
y lo guardas dentro de cada surco
envuelto y embalsamado como un queso fresco.

Era todo tan sencillo, 
y tan natural... 

Apretas tu dinero, Emilia,
hasta hacer caber un plato para los otros
porque sabes que la extranjera temblorosa
que habla un idioma que no entiendes 
con su niño de pecho que grita por leche
(y el cadaver que flota en el agua,
que no llegó a tiempo para que lo duches,
lo alimentes, lo abraces))
eres también tú. 


Por Sílvia Ardévol



"Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra.; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti."
John Donne




martes, 19 de abril de 2016



Ruido de tambores:
 se acerca el mañana.
Le hace guiños al ayer, 
pero es el mañana.

Se peina como en otros tiempos
huele a peluquerías rancias
pero es el mañana.

Se llena de palabras ordeñadas
por manos sucias de actos y prejuicios:
Leche de llantos
de tanta vida redimida en lágrima.

Silencio,
que viene el mañana,
con sus tacones de aguja
a removernos las entrañas.



Por Sílvia Ardévol

miércoles, 13 de abril de 2016



               ESTRÉS Y LIBERTAD, Peter Sloterdijk



  Los atribuidos momentos fundacionales de los conceptos siempre tienen algo de sospechosos. Pero hay veces que suenan tan convincentes que uno quisiera llegar a creer que realmente fue así.  Sloterdijk recoge en esta obra, "Estrés y Libertad", dos de los supuestos momentos fundacionales del concepto de libertad en Europa: en primer lugar, la revuelta de Lucrecia, y el sentimiento de ira compartida que genera en libertad política. Y es que, como él mismo explica, el sentido originario de "eleutheria" traducido a menudo como libertad con los consiguientes equívocos, respondía sólo al afán de vivir dentro del propio pueblo de una manera autóctona, de acuerdo con los "patrioi nomoi" (las costumbres de los padres), y no tener que someterse al arbitraje despótico de un individuo que ha llegado a ser demasiado importante. Este concepto de libertad evoluciona cuando llega alguien reflexivo que cuestiona estas costumbres y se libera del embrujo de la tradición colectiva.

  El segundo gran momento se produce según Sloterdijk en el otoño de 1765. El protagonista de esta escena es ni más ni menos que Rousseau, en su retiro a una isla en medio del lago de Bienne, en una de sus ensoñaciones bagando dentro de su barca. Experimentó una sensación a medio camino entre la pérdida y la toma de posesión de sí mismo. La joven libertad de esta época es la del soñador en estado de vigilia, en la que invoca únicamente su existencia sentida más allá de toda actuación, obligación y reconocimiento, lejos de la persona involucrada en el tejido social. ¡Oh, desvincularse de la identidad cotidiana! Y es que la realidad actúa también como una tiranía opresiva sobre el sujeto, que en éste genera un estrés del que es un placer liberarse girándose hacia uno mismo hasta que empiece a fluir la fuente de la sensación plena del existir sin más...

  Pero todo y que en este momento se funde un matiz en la concepción que tenemos de la libertad, no pasaría mucho tiempo para que Kant sacara al soñador de su barca y lo reclutara para el servicio público. Permanecería, no obtante, un ansia por liberarse de los dictados y las exigencias arbitrarias de la realidad. Quizás el resquicio más evidente de este planteamiento de entender la libertad como salir de lo real, de lo normal, de lo habitual, se vea reflejado en la idea moderna de "desconectar". Pero ¿está el individuo moderno verdaderamente "liberado" de su yo y de las tiranías de su realidad cuando hace una "escapada" y se pasa las vacaciones enviando a sus amigos -y no tan amigos- instantáneas que son pruebas tangibles de su "felicidad"? Quizás es hasta más esclavo de su yo y su realidad cuando marcha, cuando" desconecta", pues tiene que probar lo feliz que es ante su pequeño público y sigue en realidad "conectado" a todo lo que implica ejercer su papel en sociedad, desde la distancia.

  Quien mejor supo explicar esta ansia frustrada quizás fuera Beckett en su obra llamada precisamente Eleuthereia. En ella su personaje principal, Víctor, busca este retiro desde hace dos años en su habitación, retirado de la familia, de su prometida y del mundo exterior en general. Pero en su reclusión se descubre prisionero de si mismo, y es sólo a través de abandonarse (como hizo Rousseau en su barca) que se acerca a libertad. Se acerca, dando la espalda a la humanidad. Pero unas de sus últimas palabras son especialmente significativas:  "les diré a qué dedicaré mi vida: a refregar mis cadenas entre ellas. De la mañana a la noche y de la noche a la mañana. Este pequeño ruido inútil será mi vida."


  El recordatorio de las cadenas, en un momento en que la mayoría aun vivimos sin habernos liberado de las tiranías políticas ni de la dictadura de lo real, es una buena metáfora para ilustrar la importancia de no caer en la falacia del autoengaño, creyéndonos más libres de lo que somos y para intentar volver a llenar de significado palabras tan adulteradas segun el autor como liberalismo y liberalidad: que vuelvan a ser sinónimas de generosidad y de "simpatia por todo aquello que emancipa a los hombres de despotismos de cualquier tipo."


miércoles, 6 de abril de 2016



                   Visita a la Torre de Montaigne



 Que para llegar a la torre de Montaige sea necesario caminar por un pasaje flanqueado por cedros centenarios ya en sí parece una invitación al recogimiento. Cuando se entra en la torre, hay una sensación concéntrica permanente: desde la primera planta, una capilla redonda de techo abovedado y azul  loimpregna todo de circularidad. Apenas hay esquinas, y eso mismo ya se yergue como símbolo del continuum que suponía su aislamiento, si no su reclusión, en una época tan llena de contradicciones, necesitada de coherencias.

 Situado entre dos mundos, el que recibía y la edad moderna que se intuía en el horizonte, Montaigne decidió retirarse de la vida pública con la intención manifiesta en la inscripción latina que puede leerse todavía en una de las estancias: " En el año de Cristo de 1571, a la edad de treinta y ocho años, el último día de febrero, aniversario de su nacimiento, Michel de Montaigne, muy cansado de las servidumbres de los tribunales y de los empleos públicos, aún entero, se retira al seno de las Vírgenes sabias (las Musas), donde tranquilo y libre de toda preocupación pasará lo poco que le quede de vida, ahora ya consumida en más de la mitad. Si el destino lo permite, completará esta morada, este dulce y ancestral retiro, y se consagrará a su libertad, tranquilidad y placer."

 Su nueva vida en la torre dedicada sobretodo al estudio tiene algo de tributo a su amigo recién fallecido Étienne de la Boétie, como si se supiera víctima potencial de la melancolía extrema y hubiera en su consagración a las letras un intento de no caer en el temible Taedium Vitae. Se respira al ir ascendiendo por las escaleras que no iba a estar solo en este retiro, pues en seguida de esta crisis surgirá la necesidad de escribir, y las "doctas vírgenes", las musas, lo acompañaran en cada uno de los rincones de este nuevo hogar.

 Desde la premisa de Terencio de que nada de lo humano le fuera ajeno, Montaigne decide estudiarse. Pero si se sitúa en el centro no es para mirarse el ombligo sino para llegar a lo universal a través del análisis de un sólo ser humano. Considera que cada hombre encierra el todo de la condición humana, y desde ese autorretrato al natural al que aspira en sus Ensayos cree que podrá llegar a arrojar algo de luz sobre lo que, en definitiva, somos.

 La biblioteca en la última planta de la torre es el sitio más sobrecogedor. Ahora vaciada, uno imagina los 1000 volúmenes dispuestos en semicírculo como una mirada constante y alentadora hacia el centro, la mesa donde Montaigne escribe. En esta habitación falta un elemento imprescindible: la chimenea. Ante el riesgo de que sus libros pudieran quemarse, Montaigne prefería el frío. Solía pasear por la estancia y seguramente ir dictando, mientras con la 
mirada hacia arriba se inspiraba o recordaba certidumbres en las 57 sentencias bíblicas y del mundo grecolatino escritas en las vigas.

 Se entiende en este entorno florecieran las citas en sus ensayos, aunque se cree que de las 1300 que aparecen en su obra buena parte las supiera de memoria. Esta erudición no crea distancia con el lector ni resuenan pedantería pues sabe introducirlas con naturalidad mientras habla tanto de cosas cotidianas como trascentes.

 Montaigne supo del valor de tener un espacio propio. "Miserable, a mi ver -exclama-, quien en su agujero no tiene donde meterse, donde hacer particularmente su corte, donde ocultarse.» Es curioso darse cuenta al visitar este espacio que  no solo su torre le ofrecía este "agujero" sino también  un hueco junto a un ventanal donde se ocultaba literalmente para sentarse a leer y librarse de visitas incómodas.

 También sabe por eso que el retiro no es garantía de nada. Con la soledad hay que saber hacer algo: “Retiraos a vuestro interior pero preparaos primero para recibiros. Es posible fallar tanto en soledad como en compañía pero lo mas grande de este mundo es saber pertenecerse."

 Alguien que dijo "no formo al hombre. Lo recito". Un hombre en permanente conversación con los sabios de la antigüedad y también con los del futuro, alguien que aprendió en su retiro a pensar con libertad y que sigue espoleando a sus lectores a sumergirse en la tarea de conseguirlo. Sin prisas y embelleciendo cada tramo del trayecto. Como dijo él mismo del mundo, que“no es más que una 
escuela de búsqueda", en la que "no se trata de ver quien logra el objetivo sino de quien hace la carrera mas hermosa. "


Por Sílvia Ardévol



"Su rostro irradiaba la misma mezcla de seriedad y dulzura cuando contaba, extasiado, cómo una vez tuvo entre sus manos una golondrina, la miró a los ojos y, al hacerlo, tuvo la impresión de haber mirado el cielo."

Wasianski
Immanuel Kant en sus últimos años de vida.